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Eclesiastés

Eclesiastés capítulo 1

Todo es vanidad

1Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
3¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
4Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
5Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
6El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
7Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
8Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
9¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
10¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
11No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

La experiencia del predicador

12Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
13Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
14Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
15Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.

16Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.

17Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.
18Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.

Eclesiastés Capítulo 2

1Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era vanidad.
2A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
3Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
4Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas;
5me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de todo fruto.
6Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
7Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
8Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
9Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
10No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena.
11Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
12Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
13Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
14El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
15Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
16Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
17Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.

18Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
19Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
20Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
21¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También es esto vanidad y mal grande.
22Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
23Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
24No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.
25Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
26Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

Eclesiastés Capítulo 3

Todo tiene su tiempo

1Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
2Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
3tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
4tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
5tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
6tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
7tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
8tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
9¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?
10Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.
11Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
12Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
13y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.
14He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.
15Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.

Injusticias de la vida

16Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad.

17Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.
18Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias.
19Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.
20Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
21¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
22Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

Eclesiastés capítulo 4

1Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
2Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que viven todavía.
3Y tuve por más feliz que unos y otros al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
4He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
5El necio cruza sus manos y come su misma carne.
6Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
7Yo me volví otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
8Está un hombre solo y sin sucesor, que no tiene hijo ni hermano; pero nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
9Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
10Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
11También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?
12Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto.
13Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite consejos;
14porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació pobre.

15Vi a todos los que viven debajo del sol caminando con el muchacho sucesor, que estará en lugar de aquél.
16No tenía fin la muchedumbre del pueblo que le seguía; sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.

Eclesiastés Capítulo 5

La insensatez de hacer votos a la ligera

1Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.
2No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
3Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio.
4Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes.
5Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.
6No dejes que tu boca te haga pecar, ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?
7Donde abundan los sueños, también abundan las vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios.

La vanidad de la vida

8Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
9Además, el provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está sujeto a los campos.
10El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
11Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
12Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.
13Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal;
14las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano.

15Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.
16Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano?
17Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.
18He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte.
19Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios.
20Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.

Eclesiastés Capítulo 6

1Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
2El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.
3Aunque el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que un abortivo es mejor que él.
4Porque éste en vano viene, y a las tinieblas va, y con tinieblas su nombre es cubierto.
5Además, no ha visto el sol, ni lo ha conocido; más reposo tiene éste que aquél.
6Porque si aquél viviere mil años dos veces, sin gustar del bien, ¿no van todos al mismo lugar?
7Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su deseo no se sacia.
8Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?
9Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu.
10Respecto de lo que es, ya ha mucho que tiene nombre, y se sabe que es hombre y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él.
11Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?
12Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?

Eclesiastés Capítulo 7

Contraste entre la sabiduría y la insensatez

1Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento.
2Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
3Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón.
4El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría.
5Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios.
6Porque la risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
7Ciertamente la opresión hace entontecer al sabio, y las dádivas corrompen el corazón.
8Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
9No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno de los necios.
10Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
11Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol.
12Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores.
13Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?
14En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.
15Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.
16No seas demasiado justo, ni seas sabio con exceso; ¿por qué habrás de destruirte?
17No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo?
18Bueno es que tomes esto, y también de aquello no apartes tu mano; porque aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo.
19La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad.

20Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
21Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti;

22porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces.
23Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Seré sabio; pero la sabiduría se alejó de mí.
24Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
25Me volví y fijé mi corazón para saber y examinar e inquirir la sabiduría y la razón, y para conocer la maldad de la insensatez y el desvarío del error.
26Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso.
27He aquí que esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón;
28lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé.
29He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.

Eclesiastés Capítulo 8

1¿Quién como el sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
2Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios.
3No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiere.
4Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?
5El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
6Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; porque el mal del hombre es grande sobre él;
7pues no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?
8No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra, ni la impiedad librará al que la posee.
9Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para mal suyo.

Desigualdades de la vida

10Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra; mas los que frecuentaban el lugar santo fueron luego puestos en olvido en la ciudad donde habían actuado con rectitud. Esto también es vanidad.
11Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal.
12Aunque el pecador haga mal cien veces, y prolongue sus días, con todo yo también sé que les irá bien a los que a Dios temen, los que temen ante su presencia;
13y que no le irá bien al impío, ni le serán prolongados los días, que son como sombra; por cuanto no teme delante de la presencia de Dios.
14Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.

15Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
16Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);
17y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla.

Eclesiastés Capítulo 9

1Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; que sea amor o que sea odio, no lo saben los hombres; todo está delante de ellos.
2Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento.
3Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos.
4Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.
5Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.
6También su amor y su odio y su envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.
7Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios.
8En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
9Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
10Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.
11Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.
12Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos.
13También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:

14una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y viene contra ella un gran rey, y la asedia y levanta contra ella grandes baluartes;
15y se halla en ella un hombre pobre, sabio, el cual libra a la ciudad con su sabiduría; y nadie se acordaba de aquel hombre pobre.
16Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
17Las palabras del sabio escuchadas en quietud, son mejores que el clamor del señor entre los necios.
18Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.

Eclesiastés Capítulo 10

Excelencia de la sabiduría

1Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.
2El corazón del sabio está a su mano derecha, mas el corazón del necio a su mano izquierda.
3Y aun mientras va el necio por el camino, le falta cordura, y va diciendo a todos que es necio.
4Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
5Hay un mal que he visto debajo del sol, a manera de error emanado del príncipe:
6la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.
7Vi siervos a caballo, y príncipes que andaban como siervos sobre la tierra.
8El que hiciere hoyo caerá en él; y al que aportillare vallado, le morderá la serpiente.
9Quien corta piedras, se hiere con ellas; el que parte leña, en ello peligra.
10Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir.
11Si muerde la serpiente antes de ser encantada, de nada sirve el encantador.
12Las palabras de la boca del sabio son llenas de gracia, mas los labios del necio causan su propia ruina.
13El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin de su charla, nocivo desvarío.
14El necio multiplica palabras, aunque no sabe nadie lo que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que después de él será?
15El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por dónde ir a la ciudad.
16¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!

17¡Bienaventurada tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para beber!

18Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de las manos se llueve la casa.
19Por el placer se hace el banquete, y el vino alegra a los vivos; y el dinero sirve para todo.
20Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en lo secreto de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.

Eclesiastés Capítulo 11

1Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás.
2Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
3Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
4El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.
5Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
6Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
7Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol;
8pero aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad

Consejos para la juventud

9Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.
10Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

Eclesiastés Capítulo 12

1Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;
2antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia;
3cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas;
4y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas;
5cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles;
6antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo;
7y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
8Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.

Resumen del deber del hombre

9Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.
10Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escribir rectamente palabras de verdad.
11Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados son las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.

promesapromesa

12Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.
13El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
14Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.