1Respondió Elifaz temanita, y dijo:
2¿Traerá el hombre provecho a Dios? Al contrario, para sí mismo es provechoso el hombre sabio.
3¿Tiene contentamiento el Omnipotente en que tú seas justificado, O provecho de que tú hagas perfectos tus caminos?
4¿Acaso te castiga, O viene a juicio contigo, a causa de tu piedad?
5Por cierto tu malicia es grande, Y tus maldades no tienen fin.
6Porque sacaste prenda a tus hermanos sin causa, Y despojaste de sus ropas a los desnudos.
7No diste de beber agua al cansado, Y detuviste el pan al hambriento.
8Pero el hombre pudiente tuvo la tierra, Y habitó en ella el distinguido.
9A las viudas enviaste vacías, Y los brazos de los huérfanos fueron quebrados.
10Por tanto, hay lazos alrededor de ti, Y te turba espanto repentino;
11O tinieblas, para que no veas, Y abundancia de agua te cubre.
12¿No está Dios en la altura de los cielos? Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están.
13¿Y dirás tú: ¿Qué sabe Dios? ¿Cómo juzgará a través de la oscuridad?
14Las nubes le rodearon, y no ve; Y por el circuito del cielo se pasea.
15¿Quieres tú seguir la senda antigua Que pisaron los hombres perversos,
16Los cuales fueron cortados antes de tiempo, Cuyo fundamento fue como un río derramado?
17Decían a Dios: Apártate de nosotros. ¿Y qué les había hecho el Omnipotente?
18Les había colmado de bienes sus casas. Pero sea el consejo de ellos lejos de mí.
19Verán los justos y se gozarán; Y el inocente los escarnecerá, diciendo:
20Fueron destruidos nuestros adversarios, Y el fuego consumió lo que de ellos quedó.
21Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien.
22Toma ahora la ley de su boca, Y pon sus palabras en tu corazón.
23Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; Alejarás de tu tienda la aflicción;
24Tendrás más oro que tierra, Y como piedras de arroyos oro de Ofir;
25El Todopoderoso será tu defensa, Y tendrás plata en abundancia.
26Porque entonces te deleitarás en el Omnipotente, Y alzarás a Dios tu rostro.
27Orarás a él, y él te oirá; Y tú pagarás tus votos.
28Determinarás asimismo una cosa, y te será firme, Y sobre tus caminos resplandecerá luz.
29Cuando fueren abatidos, dirás tú: Enaltecimiento habrá; Y Dios salvará al humilde de ojos.
30El libertará al inocente, Y por la limpieza de tus manos éste será librado.
1Respondió Job, y dijo:
2Hoy también hablaré con amargura; Porque es más grave mi llaga que mi gemido.
3¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla.
4Expondría mi causa delante de él, Y llenaría mi boca de argumentos.
5Yo sabría lo que él me respondiese, Y entendería lo que me dijera.
6¿Contendería conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él me atendería.
7Allí el justo razonaría con él; Y yo escaparía para siempre de mi juez.
8He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; Y al occidente, y no lo percibiré;
9Si muestra su poder al norte, yo no lo veré; Al sur se esconderá, y no lo veré.
10Mas él conoce mi camino; Me probará, y saldré como oro.
11Mis pies han seguido sus pisadas; Guardé su camino, y no me aparté.
12Del mandamiento de sus labios nunca me separé; Guardé las palabras de su boca más que mi comida.
13Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo.
14El, pues, acabará lo que ha determinado de mí; Y muchas cosas como estas hay en él.
15Por lo cual yo me espanto en su presencia; Cuando lo considero, tiemblo a causa de él.
16Dios ha enervado mi corazón, Y me ha turbado el Omnipotente.
17¿Por qué no fui yo cortado delante de las tinieblas, Ni fue cubierto con oscuridad mi rostro?
1Puesto que no son ocultos los tiempos al Todopoderoso, ¿Por qué los que le conocen no ven sus días?
2Traspasan los linderos, Roban los ganados, y los apacientan.
3Se llevan el asno de los huérfanos, Y toman en prenda el buey de la viuda.
4Hacen apartar del camino a los menesterosos, Y todos los pobres de la tierra se esconden.
5He aquí, como asnos monteses en el desierto, Salen a su obra madrugando para robar; El desierto es mantenimiento de sus hijos.
6En el campo siegan su pasto, Y los impíos vendimian la viña ajena.
7Al desnudo hacen dormir sin ropa, Sin tener cobertura contra el frío.
8Con las lluvias de los montes se mojan, Y abrazan las peñas por falta de abrigo.
9Quitan el pecho a los huérfanos, Y de sobre el pobre toman la prenda.
10Al desnudo hacen andar sin vestido, Y a los hambrientos quitan las gavillas.
11Dentro de sus paredes exprimen el aceite, Pisan los lagares, y mueren de sed.
12Desde la ciudad gimen los moribundos, Y claman las almas de los heridos de muerte, Pero Dios no atiende su oración.
13Ellos son los que, rebeldes a la luz, Nunca conocieron sus caminos, Ni estuvieron en sus veredas.
14A la luz se levanta el matador; mata al pobre y al necesitado, Y de noche es como ladrón.
15El ojo del adúltero está aguardando la noche, Diciendo: No me verá nadie; Y esconde su rostro.
16En las tinieblas minan las casas Que de día para sí señalaron; No conocen la luz.
17Porque la mañana es para todos ellos como sombra de muerte; Si son conocidos, terrores de sombra de muerte los toman.
18Huyen ligeros como corriente de aguas; Su porción es maldita en la tierra; No andarán por el camino de las viñas.
19La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve; Así también el Seol a los pecadores.
20Los olvidará el seno materno; de ellos sentirán los gusanos dulzura; Nunca más habrá de ellos memoria, Y como un árbol los impíos serán quebrantados.
21A la mujer estéril, que no concebía, afligió, Y a la viuda nunca hizo bien.
22Pero a los fuertes adelantó con su poder; Una vez que se levante, ninguno está seguro de la vida.
23El les da seguridad y confianza; Sus ojos están sobre los caminos de ellos.
24Fueron exaltados un poco, mas desaparecen, Y son abatidos como todos los demás; Serán encerrados, y cortados como cabezas de espigas.
25Y si no, ¿quién me desmentirá ahora, O reducirá a nada mis palabras?
1Respondió Bildad suhita, y dijo:
2El señorío y el temor están con él; El hace paz en sus alturas.
3¿Tienen sus ejércitos número? ¿Sobre quién no está su luz?
4¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?
5He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, Ni las estrellas son limpias delante de sus ojos;
6¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, Y el hijo de hombre, también gusano?
1Respondió Job, y dijo:
2¿En qué ayudaste al que no tiene poder? ¿Cómo has amparado al brazo sin fuerza?
3¿En qué aconsejaste al que no tiene ciencia, Y qué plenitud de inteligencia has dado a conocer?
4¿A quién has anunciado palabras, Y de quién es el espíritu que de ti procede?
5Las sombras tiemblan en lo profundo, Los mares y cuanto en ellos mora.
6El Seol está descubierto delante de él, y el Abadón no tiene cobertura.
7El extiende el norte sobre vacío, Cuelga la tierra sobre nada.
8Ata las aguas en sus nubes, Y las nubes no se rompen debajo de ellas.
9El encubre la faz de su trono, Y sobre él extiende su nube.
10Puso límite a la superficie de las aguas, Hasta el fin de la luz y las tinieblas.
11Las columnas del cielo tiemblan, Y se espantan a su reprensión.
12El agita el mar con su poder, Y con su entendimiento hiere la arrogancia suya.
13Su espíritu adornó los cielos; Su mano creó la serpiente tortuosa.
14He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?
1Reasumió Job su discurso, y dijo:
2Vive Dios, que ha quitado mi derecho, Y el Omnipotente, que amargó el alma mía,
3Que todo el tiempo que mi alma esté en mí, Y haya hálito de Dios en mis narices,
4Mis labios no hablarán iniquidad, Ni mi lengua pronunciará engaño.
5Nunca tal acontezca que yo os justifique; Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad.
6Mi justicia tengo asida, y no la cederé; No me reprochará mi corazón en todos mis días.
7Sea como el impío mi enemigo, Y como el inicuo mi adversario.
8Porque ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado, Cuando Dios le quitare la vida?
9¿Oirá Dios su clamor Cuando la tribulación viniere sobre él?
10¿Se deleitará en el Omnipotente? ¿Invocará a Dios en todo tiempo?
11Yo os enseñaré en cuanto a la mano de Dios; No esconderé lo que hay para con el Omnipotente.
12He aquí que todos vosotros lo habéis visto; ¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos?
13Esta es para con Dios la porción del hombre impío, Y la herencia que los violentos han de recibir del Omnipotente:
14Si sus hijos fueren multiplicados, serán para la espada; Y sus pequeños no se saciarán de pan.
15Los que de él quedaren, en muerte serán sepultados, Y no los llorarán sus viudas.
16Aunque amontone plata como polvo, Y prepare ropa como lodo;
17La habrá preparado él, mas el justo se vestirá, Y el inocente repartirá la plata.
18Edificó su casa como la polilla, Y como enramada que hizo el guarda.
19Rico se acuesta, pero por última vez; Abrirá sus ojos, y nada tendrá.
20Se apoderarán de él terrores como aguas; Torbellino lo arrebatará de noche.
21Le eleva el solano, y se va; Y tempestad lo arrebatará de su lugar.
22Dios, pues, descargará sobre él, y no perdonará; Hará él por huir de su mano.
23Batirán las manos sobre él, Y desde su lugar le silbarán.
1Ciertamente la plata tiene sus veneros, Y el oro lugar donde se refina.
2El hierro se saca del polvo, Y de la piedra se funde el cobre.
3A las tinieblas ponen término, Y examinan todo a la perfección, Las piedras que hay en oscuridad y en sombra de muerte.
4Abren minas lejos de lo habitado, En lugares olvidados, donde el pie no pasa. Son suspendidos y balanceados, lejos de los demás hombres.
5De la tierra nace el pan, Y debajo de ella está como convertida en fuego.
6Lugar hay cuyas piedras son zafiro, Y sus polvos de oro.
7Senda que nunca la conoció ave, Ni ojo de buitre la vio;
8Nunca la pisaron animales fieros, Ni león pasó por ella.
9En el pedernal puso su mano, Y trastornó de raíz los montes.
10De los peñascos cortó ríos, Y sus ojos vieron todo lo preciado.
11Detuvo los ríos en su nacimiento, E hizo salir a luz lo escondido.
12Mas ¿dónde se hallará la sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la inteligencia?
13No conoce su valor el hombre, Ni se halla en la tierra de los vivientes.
14El abismo dice: No está en mí; Y el mar dijo: Ni conmigo.
15No se dará por oro, Ni su precio será a peso de plata.
16No puede ser apreciada con oro de Ofir, Ni con ónice precioso, ni con zafiro.
17El oro no se le igualará, ni el diamante, Ni se cambiará por alhajas de oro fino.
18No se hará mención de coral ni de perlas; La sabiduría es mejor que las piedras preciosas.
19No se igualará con ella topacio de Etiopía; No se podrá apreciar con oro fino.
20¿De dónde, pues, vendrá la sabiduría? ¿Y dónde está el lugar de la inteligencia?
21Porque encubierta está a los ojos de todo viviente, Y a toda ave del cielo es oculta.
22El Abadón y la muerte dijeron: Su fama hemos oído con nuestros oídos.
23Dios entiende el camino de ella, Y conoce su lugar.
24Porque él mira hasta los fines de la tierra, Y ve cuanto hay bajo los cielos.
25Al dar peso al viento, Y poner las aguas por medida;
26Cuando él dio ley a la lluvia, Y camino al relámpago de los truenos,
27Entonces la veía él, y la manifestaba; La preparó y la descubrió también.
28Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia.
1Volvió Job a reanudar su discurso, y dijo:
2¡Quién me volviese como en los meses pasados, Como en los días en que Dios me guardaba,
3Cuando hacía resplandecer sobre mi cabeza su lámpara, A cuya luz yo caminaba en la oscuridad;
4Como fui en los días de mi juventud, Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda;
5Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente, Y mis hijos alrededor de mí;
6Cuando lavaba yo mis pasos con leche, Y la piedra me derramaba ríos de aceite!
7Cuando yo salía a la puerta a juicio, Y en la plaza hacía preparar mi asiento,
8Los jóvenes me veían, y se escondían; Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie.
9Los príncipes detenían sus palabras; Ponían la mano sobre su boca.
10La voz de los principales se apagaba, Y su lengua se pegaba a su paladar.
11Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado, Y los ojos que me veían me daban testimonio,
12Porque yo libraba al pobre que clamaba, Y al huérfano que carecía de ayudador.
13La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, Y al corazón de la viuda yo daba alegría.
14Me vestía de justicia, y ella me cubría; Como manto y diadema era mi rectitud.
15Yo era ojos al ciego, Y pies al cojo.
16A los menesterosos era padre, Y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia;
17Y quebrantaba los colmillos del inicuo, Y de sus dientes hacía soltar la presa.
18Decía yo: En mi nido moriré, Y como arena multiplicaré mis días.
19Mi raíz estaba abierta junto a las aguas, Y en mis ramas permanecía el rocío.
20Mi honra se renovaba en mí, Y mi arco se fortalecía en mi mano.
21Me oían, y esperaban, Y callaban a mi consejo.
22Tras mi palabra no replicaban, Y mi razón destilaba sobre ellos.
23Me esperaban como a la lluvia, Y abrían su boca como a la lluvia tardía.
24Si me reía con ellos, no lo creían; Y no abatían la luz de mi rostro.
25Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe; Y moraba como rey en el ejército, Como el que consuela a los que lloran.
1Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, A cuyos padres yo desdeñara poner con los perros de mi ganado.
2¿Y de qué me serviría ni aun la fuerza de sus manos? No tienen fuerza alguna.
3Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; Huían a la soledad, a lugar tenebroso, asolado y desierto.
4Recogían malvas entre los arbustos, Y raíces de enebro para calentarse.
5Eran arrojados de entre las gentes, Y todos les daban grita como tras el ladrón.
6Habitaban en las barrancas de los arroyos, En las cavernas de la tierra, y en las rocas.
7Bramaban entre las matas, Y se reunían debajo de los espinos.
8Hijos de viles, y hombres sin nombre, Más bajos que la misma tierra.
9Y ahora yo soy objeto de su burla, Y les sirvo de refrán.
10Me abominan, se alejan de mí, Y aun de mi rostro no detuvieron su saliva.
11Porque Dios desató su cuerda, y me afligió, Por eso se desenfrenaron delante de mi rostro.
12A la mano derecha se levantó el populacho; Empujaron mis pies, Y prepararon contra mí caminos de perdición.
13Mi senda desbarataron, Se aprovecharon de mi quebrantamiento, Y contra ellos no hubo ayudador.
14Vinieron como por portillo ancho, Se revolvieron sobre mi calamidad.
15Se han revuelto turbaciones sobre mí; Combatieron como viento mi honor, Y mi prosperidad pasó como nube.
16Y ahora mi alma está derramada en mí; Días de aflicción se apoderan de mí.
17La noche taladra mis huesos, Y los dolores que me roen no reposan.
18La violencia deforma mi vestidura; me ciñe como el cuello de mi túnica.
19El me derribó en el lodo, Y soy semejante al polvo y a la ceniza.
20Clamo a ti, y no me oyes; Me presento, y no me atiendes.
21Te has vuelto cruel para mí; Con el poder de tu mano me persigues.
22Me alzaste sobre el viento, me hiciste cabalgar en él, Y disolviste mi sustancia.
23Porque yo sé que me conduces a la muerte, Y a la casa determinada a todo viviente.
24Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿Clamarán los sepultados cuando él los quebrantare?
25¿No lloré yo al afligido? Y mi alma, ¿no se entristeció sobre el menesteroso?
26Cuando esperaba yo el bien, entonces vino el mal; Y cuando esperaba luz, vino la oscuridad.
27Mis entrañas se agitan, y no reposan; Días de aflicción me han sobrecogido.
28Ando ennegrecido, y no por el sol; Me he levantado en la congregación, y clamado.
29He venido a ser hermano de chacales, Y compañero de avestruces.
30Mi piel se ha ennegrecido y se me cae, Y mis huesos arden de calor.
31Se ha cambiado mi arpa en luto, Y mi flauta en voz de lamentadores.
1Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen?
2Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?
3¿No hay quebrantamiento para el impío, Y extrañamiento para los que hacen iniquidad?
4¿No ve él mis caminos, Y cuenta todos mis pasos?
5Si anduve con mentira, Y si mi pie se apresuró a engaño,
6Péseme Dios en balanzas de justicia, Y conocerá mi integridad.
7Si mis pasos se apartaron del camino, Si mi corazón se fue tras mis ojos, Y si algo se pegó a mis manos,
8Siembre yo, y otro coma, Y sea arrancada mi siembra.
9Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, Y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,
10Muela para otro mi mujer, Y sobre ella otros se encorven.
11Porque es maldad e iniquidad Que han de castigar los jueces.
12Porque es fuego que devoraría hasta el Abadón, Y consumiría toda mi hacienda.
13Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, Cuando ellos contendían conmigo,
14¿Qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él preguntara, ¿qué le respondería yo?
15El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso uno mismo en la matriz?
16Si estorbé el contento de los pobres, E hice desfallecer los ojos de la viuda;
17Si comí mi bocado solo, Y no comió de él el huérfano
18(Porque desde mi juventud creció conmigo como con un padre, Y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda);
19Si he visto que pereciera alguno sin vestido, Y al menesteroso sin abrigo;
20Si no me bendijeron sus lomos, Y del vellón de mis ovejas se calentaron;
21Si alcé contra el huérfano mi mano, Aunque viese que me ayudaran en la puerta;
22Mi espalda se caiga de mi hombro, Y el hueso de mi brazo sea quebrado.
23Porque temí el castigo de Dios, Contra cuya majestad yo no tendría poder.
24Si puse en el oro mi esperanza, Y dije al oro: Mi confianza eres tú;
25Si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, Y de que mi mano hallase mucho;
26Si he mirado al sol cuando resplandecía, O a la luna cuando iba hermosa,
27Y mi corazón se engañó en secreto, Y mi boca besó mi mano;
28Esto también sería maldad juzgada; Porque habría negado al Dios soberano.
29Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, Y me regocijé cuando le halló el mal
30(Ni aun entregué al pecado mi lengua, Pidiendo maldición para su alma);
31Si mis siervos no decían: ¿Quién no se ha saciado de su carne?
32(El forastero no pasaba fuera la noche; Mis puertas abría al caminante);
33Si encubrí como hombre mis transgresiones, Escondiendo en mi seno mi iniquidad,
34Porque tuve temor de la gran multitud, Y el menosprecio de las familias me atemorizó, Y callé, y no salí de mi puerta;
35¡Quién me diera quien me oyese! He aquí mi confianza es que el Omnipotente testificará por mí, Aunque mi adversario me forme proceso.
36Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro, Y me lo ceñiría como una corona.
37Yo le contaría el número de mis pasos, Y como príncipe me presentaría ante él.
38Si mi tierra clama contra mí, Y lloran todos sus surcos;
39Si comí su sustancia sin dinero, O afligí el alma de sus dueños,
40En lugar de trigo me nazcan abrojos, Y espinos en lugar de cebada. Aquí terminan las palabras de Job.
1Cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo a sus propios ojos.
2Entonces Eliú hijo de Baraquel buzita, de la familia de Ram, se encendió en ira contra Job; se encendió en ira, por cuanto se justificaba a sí mismo más que a Dios.
3Asimismo se encendió en ira contra sus tres amigos, porque no hallaban qué responder, aunque habían condenado a Job.
4Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él.
5Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, se encendió en ira.
6Y respondió Eliú hijo de Baraquel buzita, y dijo: Yo soy joven, y vosotros ancianos; Por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión.
7Yo decía: Los días hablarán, Y la muchedumbre de años declarará sabiduría.
8Ciertamente espíritu hay en el hombre, Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.
9No son los sabios los de mucha edad, Ni los ancianos entienden el derecho.
10Por tanto, yo dije: Escuchadme; Declararé yo también mi sabiduría.
11He aquí yo he esperado a vuestras razones, He escuchado vuestros argumentos, En tanto que buscabais palabras.
12Os he prestado atención, Y he aquí que no hay de vosotros quien redarguya a Job, Y responda a sus razones.
13Para que no digáis: Nosotros hemos hallado sabiduría; Lo vence Dios, no el hombre.
14Ahora bien, Job no dirigió contra mí sus palabras, Ni yo le responderé con vuestras razones.
15Se espantaron, no respondieron más; Se les fueron los razonamientos.
16Yo, pues, he esperado, pero no hablaban; Más bien callaron y no respondieron más.
17Por eso yo también responderé mi parte; También yo declararé mi juicio.
18Porque lleno estoy de palabras, Y me apremia el espíritu dentro de mí.
19De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero, Y se rompe como odres nuevos.
20Hablaré, pues, y respiraré; Abriré mis labios, y responderé.
21No haré ahora acepción de personas, Ni usaré con nadie de títulos lisonjeros.
22Porque no sé hablar lisonjas; De otra manera, en breve mi Hacedor me consumiría
1Por tanto, Job, oye ahora mis razones, Y escucha todas mis palabras.
2He aquí yo abriré ahora mi boca, Y mi lengua hablará en mi garganta.
3Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, Y lo que saben mis labios, lo hablarán con sinceridad.
4El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida.
5Respóndeme si puedes; Ordena tus palabras, ponte en pie.
6Heme aquí a mí en lugar de Dios, conforme a tu dicho; De barro fui yo también formado.
7He aquí, mi terror no te espantará, Ni mi mano se agravará sobre ti.
8De cierto tú dijiste a oídos míos, Y yo oí la voz de tus palabras que decían:
9Yo soy limpio y sin defecto; Soy inocente, y no hay maldad en mí.
10He aquí que él buscó reproches contra mí, Y me tiene por su enemigo;
11Puso mis pies en el cepo, Y vigiló todas mis sendas.
12He aquí, en esto no has hablado justamente; Yo te responderé que mayor es Dios que el hombre.
13¿Por qué contiendes contra él? Porque él no da cuenta de ninguna de sus razones.
14Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende.
15Por sueño, en visión nocturna, Cuando el sueño cae sobre los hombres, Cuando se adormecen sobre el lecho,
16Entonces revela al oído de los hombres, Y les señala su consejo,
17Para quitar al hombre de su obra, Y apartar del varón la soberbia.
18Detendrá su alma del sepulcro, Y su vida de que perezca a espada.
19También sobre su cama es castigado Con dolor fuerte en todos sus huesos,
20Que le hace que su vida aborrezca el pan, Y su alma la comida suave.
21Su carne desfallece, de manera que no se ve, Y sus huesos, que antes no se veían, aparecen.
22Su alma se acerca al sepulcro, Y su vida a los que causan la muerte.
23Si tuviese cerca de él Algún elocuente mediador muy escogido, Que anuncie al hombre su deber;
24Que le diga que Dios tuvo de él misericordia, Que lo libró de descender al sepulcro, Que halló redención;
25Su carne será más tierna que la del niño, Volverá a los días de su juventud.
26Orará a Dios, y éste le amará, Y verá su faz con júbilo; Y restaurará al hombre su justicia.
27El mira sobre los hombres; y al que dijere: Pequé, y pervertí lo recto, Y no me ha aprovechado,
28Dios redimirá su alma para que no pase al sepulcro, Y su vida se verá en luz.
29He aquí, todas estas cosas hace Dios Dos y tres veces con el hombre,
30Para apartar su alma del sepulcro, Y para iluminarlo con la luz de los vivientes.
31Escucha, Job, y óyeme; Calla, y yo hablaré.
32Si tienes razones, respóndeme; Habla, porque yo te quiero justificar.
33Y si no, óyeme tú a mí; Calla, y te enseñaré sabiduría.
1Además Eliú dijo:
2Oíd, sabios, mis palabras; Y vosotros, doctos, estadme atentos.
3Porque el oído prueba las palabras, Como el paladar gusta lo que uno come.
4Escojamos para nosotros el juicio, Conozcamos entre nosotros cuál sea lo bueno.
5Porque Job ha dicho: Yo soy justo, Y Dios me ha quitado mi derecho.
6¿He de mentir yo contra mi razón? Dolorosa es mi herida sin haber hecho yo transgresión.
7¿Qué hombre hay como Job, Que bebe el escarnio como agua,
8Y va en compañía con los que hacen iniquidad, Y anda con los hombres malos?
9Porque ha dicho: De nada servirá al hombre El conformar su voluntad a Dios.
10Por tanto, varones de inteligencia, oídme: Lejos esté de Dios la impiedad, Y del Omnipotente la iniquidad.
11Porque él pagará al hombre según su obra, Y le retribuirá conforme a su camino.
12Sí, por cierto, Dios no hará injusticia, Y el Omnipotente no pervertirá el derecho.
13¿Quién visitó por él la tierra? ¿Y quién puso en orden todo el mundo?
14Si él pusiese sobre el hombre su corazón, Y recogiese así su espíritu y su aliento,
15Toda carne perecería juntamente, Y el hombre volvería al polvo.
16Si, pues, hay en ti entendimiento, oye esto; Escucha la voz de mis palabras.
17¿Gobernará el que aborrece juicio? ¿Y condenarás tú al que es tan justo?
18¿Se dirá al rey: Perverso; Y a los príncipes: Impíos?
19¿Cuánto menos a aquel que no hace acepción de personas de príncipes. Ni respeta más al rico que al pobre, Porque todos son obra de sus manos?
20En un momento morirán, Y a medianoche se alborotarán los pueblos, y pasarán, Y sin mano será quitado el poderoso.
21Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, Y ve todos sus pasos.
22No hay tinieblas ni sombra de muerte Donde se escondan los que hacen maldad.
23No carga, pues, él al hombre más de lo justo, Para que vaya con Dios a juicio.
24El quebrantará a los fuertes sin indagación, Y hará estar a otros en su lugar.
25Por tanto, él hará notorias las obras de ellos, Cuando los trastorne en la noche, y sean quebrantados.
26Como a malos los herirá En lugar donde sean vistos;
27Por cuanto así se apartaron de él, Y no consideraron ninguno de sus caminos,
28Haciendo venir delante de él el clamor del pobre, Y que oiga el clamor de los necesitados.
29Si él diere reposo, ¿quién inquietará? Si escondiere el rostro, ¿quién lo mirará? Esto sobre una nación, y lo mismo sobre un hombre;
30Haciendo que no reine el hombre impío Para vejaciones del pueblo.
31De seguro conviene que se diga a Dios: He llevado ya castigo, no ofenderé ya más;
32Enséñame tú lo que yo no veo; Si hice mal, no lo haré más.
33¿Ha de ser eso según tu parecer? El te retribuirá, ora rehúses, ora aceptes, y no yo; Di, si no, lo que tú sabes.
34Los hombres inteligentes dirán conmigo, Y el hombre sabio que me oiga:
35Que Job no habla con sabiduría, Y que sus palabras no son con entendimiento.
36Deseo yo que Job sea probado ampliamente, A causa de sus respuestas semejantes a las de los hombres inicuos.
37Porque a su pecado añadió rebeldía; Bate palmas contra nosotros, Y contra Dios multiplica sus palabras.
1Prosiguió Eliú en su razonamiento, y dijo:
2¿Piensas que es cosa recta lo que has dicho: Más justo soy yo que Dios?
3Porque dijiste: ¿Qué ventaja sacaré de ello? ¿O qué provecho tendré de no haber pecado?
4Yo te responderé razones, Y a tus compañeros contigo.
5Mira a los cielos, y ve, Y considera que las nubes son más altas que tú.
6Si pecares, ¿qué habrás logrado contra él? Y si tus rebeliones se multiplicaren, ¿qué le harás tú?
7Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano?
8Al hombre como tú dañará tu impiedad, Y al hijo de hombre aprovechará tu justicia.
9A causa de la multitud de las violencias claman, Y se lamentan por el poderío de los grandes.
10Y ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor, Que da cánticos en la noche,
11Que nos enseña más que a las bestias de la tierra, Y nos hace sabios más que a las aves del cielo?
12Allí clamarán, y él no oirá, Por la soberbia de los malos.
13Ciertamente Dios no oirá la vanidad, Ni la mirará el Omnipotente.
14¿Cuánto menos cuando dices que no haces caso de él? La causa está delante de él; por tanto, aguárdale.
15Mas ahora, porque en su ira no castiga, Ni inquiere con rigor,
16Por eso Job abre su boca vanamente, Y multiplica palabras sin sabiduría.
1Añadió Eliú y dijo:
2Espérame un poco, y te enseñaré; Porque todavía tengo razones en defensa de Dios.
3Tomaré mi saber desde lejos, Y atribuiré justicia a mi Hacedor.
4Porque de cierto no son mentira mis palabras; Contigo está el que es íntegro en sus conceptos.
5He aquí que Dios es grande, pero no desestima a nadie; Es poderoso en fuerza de sabiduría.
6No otorgará vida al impío, Pero a los afligidos dará su derecho.
7No apartará de los justos sus ojos; Antes bien con los reyes los pondrá en trono para siempre, Y serán exaltados.
8Y si estuvieren prendidos en grillos, Y aprisionados en las cuerdas de aflicción,
9El les dará a conocer la obra de ellos, Y que prevalecieron sus rebeliones.
10Despierta además el oído de ellos para la corrección, Y les dice que se conviertan de la iniquidad.
11Si oyeren, y le sirvieren, Acabarán sus días en bienestar, Y sus años en dicha.
12Pero si no oyeren, serán pasados a espada, Y perecerán sin sabiduría.
13Mas los hipócritas de corazón atesoran para sí la ira, Y no clamarán cuando él los atare.
14Fallecerá el alma de ellos en su juventud, Y su vida entre los sodomitas.
15Al pobre librará de su pobreza, Y en la aflicción despertará su oído.
16Asimismo te apartará de la boca de la angustia A lugar espacioso, libre de todo apuro, Y te preparará mesa llena de grosura.
17Mas tú has llenado el juicio del impío, En vez de sustentar el juicio y la justicia.
18Por lo cual teme, no sea que en su ira te quite con golpe, El cual no puedas apartar de ti con gran rescate.
19¿Hará él estima de tus riquezas, del oro, O de todas las fuerzas del poder?
20No anheles la noche, En que los pueblos desaparecen de su lugar.
21Guárdate, no te vuelvas a la iniquidad; Pues ésta escogiste más bien que la aflicción.
22He aquí que Dios es excelso en su poder; ¿Qué enseñador semejante a él?
23¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Has hecho mal?
24Acuérdate de engrandecer su obra, La cual contemplan los hombres.
25Los hombres todos la ven; La mira el hombre de lejos.
26He aquí, Dios es grande, y nosotros no le conocemos, Ni se puede seguir la huella de sus años.
27El atrae las gotas de las aguas, Al transformarse el vapor en lluvia,
28La cual destilan las nubes, Goteando en abundancia sobre los hombres.
29¿Quién podrá comprender la extensión de las nubes, Y el sonido estrepitoso de su morada?
30He aquí que sobre él extiende su luz, Y cobija con ella las profundidades del mar.
31Bien que por esos medios castiga a los pueblos, A la multitud él da sustento.
32Con las nubes encubre la luz, Y le manda no brillar, interponiendo aquéllas.
33El trueno declara su indignación, Y la tempestad proclama su ira contra la iniquidad.
1Por eso también se estremece mi corazón, Y salta de su lugar.
2Oíd atentamente el estrépito de su voz, Y el sonido que sale de su boca.
3Debajo de todos los cielos lo dirige, Y su luz hasta los fines de la tierra.
4Después de ella brama el sonido, Truena él con voz majestuosa; Y aunque sea oída su voz, no los detiene.
5Truena Dios maravillosamente con su voz; El hace grandes cosas, que nosotros no entendemos.
6Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra; También a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales.
7Así hace retirarse a todo hombre, Para que los hombres todos reconozcan su obra.
8Las bestias entran en su escondrijo, Y se están en sus moradas.
9Del sur viene el torbellino, Y el frío de los vientos del norte.
10Por el soplo de Dios se da el hielo, Y las anchas aguas se congelan.
11Regando también llega a disipar la densa nube, Y con su luz esparce la niebla.
12Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor, Para hacer sobre la faz del mundo, En la tierra, lo que él les mande.
13Unas veces por azote, otras por causa de su tierra, Otras por misericordia las hará venir.
14Escucha esto, Job; Detente, y considera las maravillas de Dios.
15¿Sabes tú cómo Dios las pone en concierto, Y hace resplandecer la luz de su nube?
16¿Has conocido tú las diferencias de las nubes, Las maravillas del Perfecto en sabiduría?
17¿Por qué están calientes tus vestidos Cuando él sosiega la tierra con el viento del sur?
18¿Extendiste tú con él los cielos, Firmes como un espejo fundido?
19Muéstranos qué le hemos de decir; Porque nosotros no podemos ordenar las ideas a causa de las tinieblas.
20¿Será preciso contarle cuando yo hablare? Por más que el hombre razone, quedará como abismado.
21Mas ahora ya no se puede mirar la luz esplendente en los cielos, Luego que pasa el viento y los limpia,
22Viniendo de la parte del norte la dorada claridad. En Dios hay una majestad terrible.
23El es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, grande en poder; Y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.
24Lo temerán por tanto los hombres; El no estima a ninguno que cree en su propio corazón ser sabio.
1Entonces respondió Jehová a Job desde un torbellino, y dijo:
2¿Quién es ése que oscurece el consejo Con palabras sin sabiduría?
3Ahora ciñe como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me contestarás.
4¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.
5¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
6¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
7Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
8¿Quién encerró con puertas el mar, Cuando se derramaba saliéndose de su seno,
9Cuando puse yo nubes por vestidura suya, Y por su faja oscuridad,
10Y establecí sobre él mi decreto, Le puse puertas y cerrojo,
11Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, Y ahí parará el orgullo de tus olas?
12¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar,
13Para que ocupe los fines de la tierra, Y para que sean sacudidos de ella los impíos?
14Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, Y viene a estar como con vestidura;
15Mas la luz de los impíos es quitada de ellos, Y el brazo enaltecido es quebrantado.
16¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, Y has andado escudriñando el abismo?
17¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte, Y has visto las puertas de la sombra de muerte?
18¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto.
19¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, Y dónde está el lugar de las tinieblas,
20Para que las lleves a sus límites, Y entiendas las sendas de su casa?
21¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, Y es grande el número de tus días.
22¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, O has visto los tesoros del granizo,
23Que tengo reservados para el tiempo de angustia, Para el día de la guerra y de la batalla?
24¿Por qué camino se reparte la luz, Y se esparce el viento solano sobre la tierra?
25¿Quién repartió conducto al turbión, Y camino a los relámpagos y truenos,
26Haciendo llover sobre la tierra deshabitada, Sobre el desierto, donde no hay hombre,
27Para saciar la tierra desierta e inculta, Y para hacer brotar la tierna hierba?
28¿Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío?
29¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró?
30Las aguas se endurecen a manera de piedra, Y se congela la faz del abismo.
31¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, O desatarás las ligaduras de Orión?
32¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
33¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?
34¿Alzarás tú a las nubes tu voz, Para que te cubra muchedumbre de aguas?
35¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí?
36¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia?
37¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar,
38Cuando el polvo se ha convertido en dureza, Y los terrones se han pegado unos con otros?
39¿Cazarás tú la presa para el león? ¿Saciarás el hambre de los leoncillos,
40Cuando están echados en las cuevas, O se están en sus guaridas para acechar?
41¿Quién prepara al cuervo su alimento, Cuando sus polluelos claman a Dios, Y andan errantes por falta de comida?
1¿Sabes tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿O miraste tú las ciervas cuando están pariendo?
2¿Contaste tú los meses de su preñez, Y sabes el tiempo cuando han de parir?
3Se encorvan, hacen salir sus hijos, Pasan sus dolores.
4Sus hijos se fortalecen, crecen con el pasto; Salen, y no vuelven a ellas.
5¿Quién echó libre al asno montés, Y quién soltó sus ataduras?
6Al cual yo puse casa en la soledad, Y sus moradas en lugares estériles.
7Se burla de la multitud de la ciudad; No oye las voces del arriero.
8Lo oculto de los montes es su pasto, Y anda buscando toda cosa verde.
9¿Querrá el búfalo servirte a ti, O quedar en tu pesebre?
10¿Atarás tú al búfalo con coyunda para el surco? ¿Labrará los valles en pos de ti?
11¿Confiarás tú en él, por ser grande su fuerza, Y le fiarás tu labor?
12¿Fiarás de él para que recoja tu semilla, Y la junte en tu era?
13¿Diste tú hermosas alas al pavo real, o alas y plumas al avestruz?
14El cual desampara en la tierra sus huevos, Y sobre el polvo los calienta,
15Y olvida que el pie los puede pisar, Y que puede quebrarlos la bestia del campo.
16Se endurece para con sus hijos, como si no fuesen suyos, No temiendo que su trabajo haya sido en vano;
17Porque le privó Dios de sabiduría, Y no le dio inteligencia.
18Luego que se levanta en alto, Se burla del caballo y de su jinete.
19¿Diste tú al caballo la fuerza? ¿Vestiste tú su cuello de crines ondulantes?
20¿Le intimidarás tú como a langosta? El resoplido de su nariz es formidable.
21Escarba la tierra, se alegra en su fuerza, Sale al encuentro de las armas;
22Hace burla del espanto, y no teme, Ni vuelve el rostro delante de la espada.
23Contra él suenan la aljaba, El hierro de la lanza y de la jabalina;
24Y él con ímpetu y furor escarba la tierra, Sin importarle el sonido de la trompeta;
25Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea! Y desde lejos huele la batalla, El grito de los capitanes, y el vocerío.
26¿Vuela el gavilán por tu sabiduría, Y extiende hacia el sur sus alas?
27¿Se remonta el águila por tu mandamiento, Y pone en alto su nido?
28Ella habita y mora en la peña, En la cumbre del peñasco y de la roca.
29Desde allí acecha la presa; Sus ojos observan de muy lejos.
30Sus polluelos chupan la sangre; Y donde hubiere cadáveres, allí está ella.
1Además respondió Jehová a Job, y dijo:
2¿Es sabiduría contender con el Omnipotente? El que disputa con Dios, responda a esto.
3Entonces respondió Job a Jehová, y dijo:
4He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca.
5Una vez hablé, mas no responderé; Aun dos veces, mas no volveré a hablar. Manifestaciones del poder de Dios
6Respondió Jehová a Job desde el torbellino, y dijo:
7Cíñete ahora como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me responderás.
8¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?
9¿Tienes tú un brazo como el de Dios? ¿Y truenas con voz como la suya?
10Adórnate ahora de majestad y de alteza, Y vístete de honra y de hermosura.
11Derrama el ardor de tu ira; Mira a todo altivo, y abátelo.
12Mira a todo soberbio, y humíllalo, Y quebranta a los impíos en su sitio.
13Encúbrelos a todos en el polvo, Encierra sus rostros en la oscuridad;
14Y yo también te confesaré Que podrá salvarte tu diestra.
15He aquí ahora behemot, el cual hice como a ti; Hierba come como buey.
16He aquí ahora que su fuerza está en sus lomos, Y su vigor en los músculos de su vientre.
17Su cola mueve como un cedro, Y los nervios de sus muslos están entretejidos.
18Sus huesos son fuertes como bronce, Y sus miembros como barras de hierro.
19El es el principio de los caminos de Dios; El que lo hizo, puede hacer que su espada a él se acerque.
20Ciertamente los montes producen hierba para él; Y toda bestia del campo retoza allá.
21Se echará debajo de las sombras, En lo oculto de las cañas y de los lugares húmedos.
22Los árboles sombríos lo cubren con su sombra; Los sauces del arroyo lo rodean.
23He aquí, sale de madre el río, pero él no se inmuta; Tranquilo está, aunque todo un Jordán se estrelle contra su boca.
24¿Lo tomará alguno cuando está vigilante, Y horadará su nariz?
1¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo, O con cuerda que le eches en su lengua?
2¿Pondrás tú soga en sus narices, Y horadarás con garfio su quijada?
3¿Multiplicará él ruegos para contigo? ¿Te hablará él lisonjas?
4¿Hará pacto contigo Para que lo tomes por siervo perpetuo?
5¿Jugarás con él como con pájaro, O lo atarás para tus niñas?
6¿Harán de él banquete los compañeros? ¿Lo repartirán entre los mercaderes?
7¿Cortarás tú con cuchillo su piel, O con arpón de pescadores su cabeza?
8Pon tu mano sobre él; Te acordarás de la batalla, y nunca más volverás.
9He aquí que la esperanza acerca de él será burlada, Porque aun a su sola vista se desmayarán.
10Nadie hay tan osado que lo despierte; ¿Quién, pues, podrá estar delante de mí?
11¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo restituya? Todo lo que hay debajo del cielo es mío.
12No guardaré silencio sobre sus miembros, Ni sobre sus fuerzas y la gracia de su disposición.
13¿Quién descubrirá la delantera de su vestidura? ¿Quién se acercará a él con su freno doble?
14¿Quién abrirá las puertas de su rostro? Las hileras de sus dientes espantan.
15La gloria de su vestido son escudos fuertes, Cerrados entre sí estrechamente.
16El uno se junta con el otro, Que viento no entra entre ellos.
17Pegado está el uno con el otro; Están trabados entre sí, que no se pueden apartar.
18Con sus estornudos enciende lumbre, Y sus ojos son como los párpados del alba.
19De su boca salen hachones de fuego; Centellas de fuego proceden.
20De sus narices sale humo, Como de una olla o caldero que hierve.
21Su aliento enciende los carbones, Y de su boca sale llama.
22En su cerviz está la fuerza, Y delante de él se esparce el desaliento.
23Las partes más flojas de su carne están endurecidas; Están en él firmes, y no se mueven.
24Su corazón es firme como una piedra, Y fuerte como la muela de abajo.
25De su grandeza tienen temor los fuertes, Y a causa de su desfallecimiento hacen por purificarse.
26Cuando alguno lo alcanzare, Ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará.
27Estima como paja el hierro, Y el bronce como leño podrido.
28Saeta no le hace huir; Las piedras de honda le son como paja.
29Tiene toda arma por hojarasca, Y del blandir de la jabalina se burla.
30Por debajo tiene agudas conchas; Imprime su agudez en el suelo.
31Hace hervir como una olla el mar profundo, Y lo vuelve como una olla de ungüento.
32En pos de sí hace resplandecer la senda, Que parece que el abismo es cano.
33No hay sobre la tierra quien se le parezca; Animal hecho exento de temor.
34Menosprecia toda cosa alta; Es rey sobre todos los soberbios.
1Respondió Job a Jehová, y dijo:
2Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.
3¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía.
4Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.
5De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.
6Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.
7Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job.
8Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job.
9Fueron, pues, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, e hicieron como Jehová les dijo; y Jehová aceptó la oración de Job. Restauración de la prosperidad de Job
10Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job.
11Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro.
12Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas,
13y tuvo siete hijos y tres hijas.
14Llamó el nombre de la primera, Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc.
15Y no había mujeres tan hermosas como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus hermanos.
16Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación.
17Y murió Job viejo y lleno de días.